👮‍♀️ Un iPad sepultado en el Támesis desentraña una trama de asesinato y robo internacional

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La policía de Londres llevaba seis años sumergida en una investigación intrincada: un tiroteo que parecía no tener respuestas. Sin embargo, el destino tenía guardada una pista inesperada en el fondo del río Támesis. A finales de noviembre del año pasado, un detector de metales encontró un iPad cubierto de barro, un hallazgo que, aunque en principio parecía insignificante, terminaría siendo la pieza clave para resolver el caso.

El dispositivo, sumergido durante más de cinco años, estaba inutilizable, pero su tarjeta SIM resistió el paso del tiempo. Los investigadores lograron extraer información crucial: coordenadas de desplazamiento, registros de comunicación y datos de un rastreador instalado en el coche de Paul Allen, un exconvicto que había sido víctima de un intento de asesinato años atrás.

Allen, quien en 2006 participó en uno de los mayores atracos de la historia del Reino Unido, el robo a un depósito de Securitas, parecía haber dejado atrás su pasado criminal. Sin embargo, en 2019 fue tiroteado en su propia cocina, quedando paralítico. El caso, sin pruebas ni sospechosos claros, había quedado estancado hasta que el iPad emergió del lodo.

Las coordenadas almacenadas en la SIM permitieron a la policía reconstruir los movimientos de tres hombres: Louis Ahearne, Stewart Ahearne y Daniel Kelly. Estos habrían vigilado meticulosamente a Allen antes del ataque. Al cruzar los datos con las cámaras de seguridad de Londres, los agentes confirmaron el seguimiento sistemático. El fiscal describió el plan como un intento de asesinato «meticulosamente investigado y planeado por un equipo de hombres bien versados en la criminalidad», según The Washington Post.

Pero la investigación no terminó ahí. Los patrones de desplazamiento y la logística usada coincidían con otro crimen: el robo de dos valiosos jarrones de la dinastía Ming en el Museo de Artes del Lejano Oriente de Ginebra, Suiza. Los sospechosos habían utilizado el mismo vehículo, un Renault Captur alquilado, lo que llevó a su extradición y condena en Suiza a tres años y medio de prisión, además de una multa de 60 000 dólares y la prohibición de volver a entrar al país.

El detective Matt Webb, a cargo del caso, reveló que sabían que uno de los implicados se había detenido cerca del río tras el tiroteo, pero desconocían el motivo. Ahora se sabe que fue para deshacerse del iPad, un intento fallido de borrar las huellas de un crimen casi perfecto.

Lo que comenzó como un dispositivo olvidado bajo las aguas del Támesis se convirtió en la clave para desenmascarar a un trío de criminales y cerrar dos casos que parecían imposibles de resolver. Una historia que demuestra cómo la tecnología, incluso bajo el barro, puede guardar secretos capaces de cambiar el curso de la justicia.

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