
Google afirma haber alcanzado una nueva etapa en la computación cuántica. Según su equipo de Quantum AI, el procesador Willow logró resolver en dos horas un conjunto de problemas moleculares que al superordenador Frontier le tomaría más de tres años. Este avance se presenta como una aplicación práctica de la llamada “ventaja cuántica”, un concepto que durante años se mantuvo en el terreno de la teoría.
El algoritmo responsable de este logro se llama Quantum Echoes. Su funcionamiento se basa en protocolos de inversión temporal que permiten hacer evolucionar un sistema cuántico y luego revertirlo, con el objetivo de extraer patrones y correlaciones que antes se perdían entre miles de interacciones subatómicas. Esta técnica permitió realizar cálculos considerados imposibles para los ordenadores clásicos, según los investigadores.
La publicación del hallazgo en la revista Nature detalla que los resultados fueron verificados mediante una simulación independiente. Google califica el cálculo como “más allá del régimen clásico”, en un intento por evitar las críticas que recibió en 2019, cuando anunció haber alcanzado la “supremacía cuántica” con un experimento aislado.
El equipo utilizó el algoritmo para medir dos moléculas reales: tolueno y dimetilbifenilo. Los resultados obtenidos se compararon con técnicas de resonancia magnética nuclear, lo que refuerza la aplicabilidad del método. Los investigadores consideran que esta es la primera aplicación experimental práctica de un algoritmo cuántico de este tipo. Aunque lo definen como una prueba de concepto, aseguran que abre la posibilidad de desarrollar métodos más precisos para analizar materiales, compuestos químicos y fármacos en los próximos años.
Harmut Neven, vicepresidente de Ingeniería de Google y fundador del laboratorio de Inteligencia Artificial Cuántica, sostiene que la computación cuántica permite enfrentar la complejidad de la naturaleza con su propio lenguaje. Esta visión refuerza la idea de que el paso de la simulación teórica al mundo físico ya comenzó.
Expertos externos a Google mantienen una postura cautelosa. Alberto Casas, físico del Instituto de Física Teórica del CSIC-UAM, considera que el algoritmo permite recuperar información degradada en sistemas cuánticos complejos, algo que los simuladores clásicos no pueden lograr sin un coste elevado de tiempo y energía. Sin embargo, advierte que el experimento se realizó dentro del entorno cuántico de Google y no en un sistema físico externo. Reconoce el valor del avance, pero subraya que aún debe ser revisado por pares en su aplicación práctica.
Google sostiene que el protocolo es de código abierto, lo que permitiría su implementación en otros procesadores cuánticos. Michel Devoret, premio Nobel de Física y científico jefe de Google Quantum, destaca que si otra computadora cuántica ejecuta el mismo cálculo, obtendría el mismo resultado. Thomas O’Brien, también del equipo, señala que esa verificabilidad es esencial para su aplicación en el mundo real.
El anuncio representa un punto de inflexión. Resolver con precisión molecular lo que una supercomputadora no puede simular podría convertir a la computación cuántica en una herramienta científica. Si los cálculos se reproducen, el campo dejaría de ser una demostración de fuerza tecnológica para convertirse en una vía concreta de investigación.
En 2019, la computación cuántica prometió el futuro. En 2025, comienza a cumplirlo. La frontera entre ciencia ficción y laboratorio se vuelve cada vez más difusa.