
Mark Zuckerberg ha realizado una de las operaciones más comentadas en el mundo tecnológico de las últimas horas. El CEO de Meta decidió invertir 2 000 millones de dólares en Manus, una startup que apenas seis meses atrás no figuraba en el radar mediático. La magnitud de la transacción obliga a observar con atención el rumbo que toma la inteligencia artificial en este nuevo escenario.
Manus, con sede en Singapur y raíces en Beijing, consiguió facturar 100 millones de dólares en tiempo récord gracias a la venta de suscripciones de inteligencia artificial a precios elevados. La pregunta inmediata surge: ¿por qué pagar tanto por un servicio cuando existen alternativas como ChatGPT, Claude o Gemini con tarifas más bajas o incluso gratuitas? La respuesta se encuentra en la naturaleza de Manus. No se trata de un chatbot, sino de un agente autónomo que inaugura la era de la inteligencia artificial agéntica. Zuckerberg adquirió el acceso más costoso para liderar esa transformación.
La diferencia entre Manus y ChatGPT se explica con una analogía empresarial. ChatGPT funciona como un consultor experto. Ante la solicitud de crear una página web, ofrece instrucciones detalladas, redacta código y sugiere diseños, pero el usuario debe ejecutar las acciones finales. Manus, en cambio, actúa como un empleado autónomo. Ante la misma petición, desarrolla el código, configura la base de datos, establece el sistema de inicio de sesión, despliega el servidor y entrega una dirección web operativa. La clave está en el paso de una inteligencia artificial orientada a la conversación hacia otra enfocada en la acción.
La propuesta de Manus se sostiene en cuatro pilares que justifican la inversión de Meta. El primero es la orientación a objetivos. Mientras ChatGPT responde preguntas en secuencia, Manus recibe una meta final y determina el camino para alcanzarla sin necesidad de guía constante. El segundo pilar es su sistema de archivos en la nube. Manus cuenta con terminal propia, ejecuta comandos, organiza carpetas y guarda documentos, lo que le permite manejar proyectos complejos y entregar resultados tangibles como hojas de cálculo, gráficas o informes descargables.
El tercer pilar es la investigación paralela masiva. Manus despliega sub-agentes que trabajan en paralelo sobre más de cien fuentes y consolidan los resultados en un informe verificado, similar al trabajo de un equipo de analistas humanos. El cuarto pilar es la entrega de productos terminados. ChatGPT ofrece piezas para ensamblar, mientras Manus entrega aplicaciones completas, presentaciones profesionales o análisis de datos listos para uso inmediato.
La compra de Manus abre un abanico de posibilidades para Meta. Zuckerberg no busca únicamente mejorar su chatbot Meta AI. Su objetivo es transformar WhatsApp e Instagram en superaplicaciones. En WhatsApp, un agente Manus podría no solo recomendar restaurantes, sino también reservar mesas y añadir eventos al calendario sin salir del chat. En el ámbito laboral, podría analizar correos, redactar respuestas, actualizar sistemas de gestión y preparar informes de ventas de manera autónoma.
El modelo de negocio de Manus también resulta atractivo. Sus tarifas de 39 y 199 dólares mensuales demuestran que los usuarios están dispuestos a pagar por productividad real, lo que representa una alternativa más rentable frente al esquema freemium de otros chatbots.
La adquisición marca un punto de inflexión en la evolución de la inteligencia artificial. La etapa de la conversación y la generación de contenido ha perdido novedad. Ahora comienza la fase utilitaria, la de los agentes autónomos capaces de ejecutar tareas completas. OpenAI y Google ya trabajan en proyectos similares, pero Meta se adelantó al adquirir a Manus, considerada la startup más prometedora en este campo.
ChatGPT seguirá siendo útil para creatividad, dudas rápidas y generación de ideas. Sin embargo, cuando el objetivo sea que una inteligencia artificial realice el trabajo completo, el futuro apunta hacia Manus, la compañía de Singapur que ahora forma parte del imperio de Zuckerberg.
