Al principio, claro está, existían el cielo y la tierra. Pero el manga y el anime estaban en la penumbra, lejos de ser como los conocemos. Hasta que llegó este señor y dijo: “Hágase la luz”.
Y la luz se hizo.
Por: Ariel B. Coya
Considerado uno de los creadores más brillantes e innovadores de todos los tiempos, cuentan que ya desde su infancia Osamu Tezuka (Toyonaka, 1928 -Tokio, 1989) se entretenía en dibujar y contar historias.
A los nueve años había comenzado a crear sus primeros mangas y a los once los repartía en la escuela, lo que lo hizo popular entre sus compañeros y profesores.
Por ese entonces le apodaban gashagasha-atama, que en japonés viene a ser algo así como “cabeza confusa” o “enrevesada”. Aunque de ella no dejaban de brotar ideas originales e ilustraciones llamativas.
“Elige el camino que amas”, le había recomendado su madre y Tezuka se lo tomó en serio, sin importar las dificultades. En 1944, mientras Japón se deshacía en la Segunda Guerra Mundial y todos los estudiantes abandonaban las aulas para trabajar en las fábricas, él seguía dibujando manga y lo dejaba en los baños para que otros lo leyeran.
Por ello no resultó fortuito que poco después del dramático fin de la guerra —que tanto impacto tuvo en su obra—, fuese reclutado por el Mainichi Shinbun para publicar en ese periódico una tira cómica, que tuvo gran aceptación y le abrió muchas puertas como artista.
Su verdadera revolución, sin embargo, apenas estaba por comenzar con las obras que emprendería a partir de ese momento, pues fue él —y no otro— quien rompió los moldes establecidos y contribuyó a elevar el manga moderno a la dimensión de arte.
No en vano, resulta fácil constatar cómo la base de su estilo perdura hasta nuestros días, lo mismo que muchas de las técnicas que ideó para ahorrar tiempo y costes en el campo de la animación, donde empezó a incursionar a partir de 1958. Sin ir más lejos, los ojos desproporcionadamente grandes, tan característicos de los dibujos japoneses, forman parte del legado de Tezuka. El pelo de colores para hacer a los personajes más reconocibles, también.
Hasta su llegada, cabe recalcarlo, los mangas eran más que nada historietas humorísticas que constaban de escasas viñetas. De ahí que él operó el cambio narrativo, abogando por historias más extensas, variadas y complejas que comenzaron a serializarse por volúmenes (tankobon).
Sobre este cambio, explicó en una de las tantas entrevistas que concedió a lo largo de su carrera: “Estoy convencido de que los cómics no solo deberían hacer reír a la gente. Por eso en mis historias encontré lágrimas, rabia, odio, dolor y no siempre finales felices”.
Aun así, Tezuka no es reverenciado en Japón como un dios (Manga no kamisama) solo por ser el pionero que configuró el manga moderno. Todavía hoy sigue siendo en puridad el mangaka más prolífico de la historia, al mismo tiempo que un autor total.
A muchos ahora nos parece grandioso que mangakas como Eichiro Oda (One Piece), Koyoharu Gotōge (Kimetsu no Yaiba) o Boichi (Dr Stone) sean capaces de publicar 20 páginas semanales de sus respectivas obras. Pero Tezuka trabajaba a un ritmo bestial, dibujando un promedio de 80.
Aparte de llevar varias series al mismo tiempo, no solo extendió su mano sobre casi todos los géneros que podamos imaginar, sino que varias de sus creaciones se adelantaron 30-40 años a otras que mucho después nos han parecido novedosas.
¿Un avión se estrella en algún lugar y los sobrevivientes terminan experimentando eventos extraños? Parece Lost, ¿verdad? Pero no: es Dust 8 (1972).
¿Un adolescente obtiene poderes sobrenaturales y quiere cambiar el mundo? Suena como Death Note. Pero tampoco: se trata de Euphrate no Ki (1973).
¿Qué tal una colección de estampas adultas sobre los temas más diversos, ya sea de ciencia ficción, espionaje o romance? Podría ser una temporada de Black Mirror. Pero ya ven: es Kuuki no Soko (1968).
¿Una mujer sádica, lasciva y psicótica hace cualquier cosa para alcanzar la cima del éxito? Parece la villana de una telenovela argentina. Pero, de nuevo, la respuesta correcta es: Ningen Konchuuki (1970).
Esto no quiere decir que todas sus obras tengan una calidad inobjetable o deban ser del agrado de todos, pues el propio Tezuka solía ser bastante crítico con algunas de sus creaciones, lo que no quita que varias de ellas exhiban el rango de “clásicos” y hayan allanado entre todas el camino para impulsar un fenómeno cultural que a día de hoy se ha globalizado.
Por eso, con más razón si cabe, esta vez repasamos en Canal USB algunos de sus títulos más relevantes, a modo de homenaje. Sin más preámbulo, con ustedes:
Osamu Tezuka en siete actos
Astroboy
Título original Tetsuwan Atom
Género Ciencia ficción
Editorial Kōbunsha
Volúmenes 23
Fecha de publicación abril de 1952 – marzo de 1968
No fue la serie que lo catapultó a la fama porque años antes, en 1947, ya había publicado Shin Takarajima (La Nueva Isla del Tesoro); pero sí la que le granjeó a Tezuka el reconocimiento internacional. A tal punto que Stanley Kubrick, tras leer el manga, lo invitó a ser el director artístico de la icónica cinta 2001: Odisea del espacio. Una oferta que el sensei, cortésmente, declinó.
Con ideas muy próximas a las que en paralelo tejió Isaac Asimov sobre la interacción entre las máquinas y las personas, la historia centrada en un niño-robot con sentimientos humanos resultó un éxito instantáneo, y erigió a su protagonista en el primer robot popular a nivel de masas, a la vez que en un precursor de los mecha.
Atom, a fin de cuentas, no solo volaba más rápido que el viento, sino que tenía cohetes en sus brazos y botas, lo que de seguro fascinó a los niños de la época. Y también podía ver a lo lejos, hasta, por ejemplo, el vestuario de las chicas. Pero solo usaba sus poderes para el bien. Obviamente, no había entrado aún en la pubertad.
Aunque el propio Tezuka lamentó en una ocasión que el personaje se le había ido de las manos —más o menos como le ocurrió a Conan Doyle con Sherlock Holmes—, en un interesante giro narrativo, hubo un momento en el que lo hizo enfrentarse a la Fuerza Aérea estadounidense para impedir que bombardeara a aldeanos vietnamitas inocentes. Tal era su opinión sobre esa guerra.
Kimba, el León Blanco
Título original Jungle Taitei
Género Aventuras
Editorial Shōgakukan
Volúmenes 3
Fecha de publicación noviembre de 1950 – abril de 1953
Resulta irónico, cuando menos, porque justo Disney fue una de sus principales fuentes de inspiración. Pero son tantas las semejanzas entre esta serie y El Rey León, escenas incluidas, que todavía colea la polémica: es decir, no se sabe si la película de la Disney fue un homenaje a Tezuka o, siplemente, un plagio descarado de su obra.
Lo que sí es un hecho contrastado, en cualquier caso, es que al salir al aire en 1965, este fue el primer anime en colores. Y Kimba, el leoncito blanco que regresa a la selva para restaurar el orden y promover la paz como deseaba su padre, alcanzó una popularidad inmediata en varios países.
Mirando con detenimiento esta serie y Astroboy, uno puede entender cuánta influencia tuvo Tezuka sobre otros mangakas que siguieron sus pasos y se convirtieron, con el tiempo, en autores de renombre. Como la pareja Fujiko Fujio, creadora de Doraemon.
Asimismo, demuestran el profundo impacto de su obra en la cultura de Japón donde dos equipos de béisbol poseen como imagen creaciones suyas: los Seibu Lions a Kimba en su forma adulta y los Yakult Atoms, a Astroboy.
La princesa caballero
Título original Ribbon no Kishi
Géneros Aventuras, fantasía
Editorial Kōdansha
Volúmenes 9
Fecha de públicación enero de 1953 – octubre de 1966
Sobre las peripecias de Zafiro en el reino Valle Plateado no voy a extenderme mucho aquí, porque hace tiempo la reseñamos entre las series que veíamos años atrás, sin saber que eran animes.
Aun así, no está de más recordar que esta obra inauguró el género shojo —pues las chicas también tienen derecho a ver muñes— y constituye un buen ejemplo de la facilidad que tenía Tezuka para satisfacer a todo tipo de público e inspirarse en casi cualquier cosa.
De ese modo, aunque La princesa caballero introduce elementos occidentales en su obra, situándola en un contexto europeo medieval, también se aprecia claramente la influencia del Teatro Takarazuka, compañía musical formada exclusivamente por mujeres (que a su vez interpretan los roles masculinos) y en la cual su madre tenía amistad con varias artistas.
Unico
Título original Yuniko
Género Aventuras
Editorial Sanrio
Volúmenes 2
Fecha de publicación noviembre de 1976 – marzo de 1979
Quizá, algunos no lo recuerden, pero este pequeño unicornio pelirrojo (no confundir con el de la película anglófona de Bass y Rankin) podía conceder deseos y llevar la felicidad a otros, lo que le metió en problemas con los dioses. Estos, en un rapto de ira, decidieron desterrarlo a la Colina del Olvido; aunque por suerte su amigo el Viento del Oeste siempre lo salvaba, llevándolo de un lugar a otro.
En una de esas llegó a Cuba en la forma de un largometraje que muchos vimos y poco apreciamos. Porque las aventuras de Unico destilaban toda la ternura que debe ofrecer la TV a los más pequeños de la casa. Sobre todo en estos tiempos de adultez acelerada en los que para los niños parece imposible escapar de las letras encendidas del reguetón y otros contenidos poco aptos para menores.
En ese sentido, esta obra de Tezuka representa el retorno a la inocencia: la magia de una etapa en la cual, según qué generación, cada quien disfrutó con Amigo y sus amiguitos, Violeta en el país de la fantasía, Toqui, el Castillo Rá-Tim-Bum y los Ositos del Cariño; espacios todos que transmitían el mismo candor infantil que Unico. Y lo siento, pero ninguno de ellos se compara con Dora, la exploradora. Todos eran, con diferencia, mucho mejores.
Black Jack
Título original Burakku Jakku
Géneros Medicina, drama
Editorial Akita Shoten
Volúmenes 17
Fecha de publicación noviembre de 1973 – octubre de 1983
Antes de que Emergency Room y el Dr. House pusieran de moda las series médicas, en Japón ya existía un cirujano capaz de obrar prodigios en el papel y la pequeña pantalla (sí, sí, el mismo que ha estado saliendo en Multivisión).
Por más increíble que parezca, mientras desarrollaba su prolífica carrera como mangaka, Tezuka aprovechó sus “ratos libres” para graduarse en la Facultad de Medicina, por lo que Black Jack representa el médico que hubiera querido ser de haber ejercido esa profesión.
Se trata también de un personaje oscuro y dudosa moralidad que opera sin licencia y exige sumas exorbitantes de dinero por sus servicios. Sin duda, la forma que encontró el autor para criticar las condiciones imperante entonces en el sistema de salud japonés.
Si bien dibujó otras series de corte médico como Oda a Kirihito (1970), en la que abordaba diversos dilemas éticos con una visión penetrante, Black Jack fue la que mayor resonancia tuvo y se erigió en el primer manga ganador del premio Kodansha.
Buda
Título original Budda
Géneros Historia, fantasía
Editorial Kōdansha
Volúmenes 14
Fecha de publicación septiembre de 1972 – diciembre de 1983
Como Hermann Hesse en su célebre novela, Tezuka también se sumergió en la vida de Siddhartha Gautama, en aras de relatar la historia del príncipe sakia que abandonó las comodidades de la corte para emprender un viaje ascético en busca de la iluminación.
En ese sentido, la obra no solo ofrece el retrato descarnado de un personaje y un periodo históricos, sino que deconstruye las raíces y base filosófica del budismo, una doctrina que desde su llegada a Japón, hace ya más de 14 siglos, ha sabido convivir sin problema con otras religiones y creencias.
Ampliamente aclamada por la crítica, Buda le valió a Tezuka dos premios Eisner —considerado como el Oscar de los cómics—.de los cuatro que recibió de manera póstuma. La obra también cuenta con dos adaptaciones fílmicas estrenadas en 2011 y 2014.
El Pájaro de Fuego
Título original Hi no Tori
Género Ciencia ficción
Editoriales Varias
Volúmenes 12
Fecha de publicación 1967 – 1988
Nadie se atreve a adaptar todavía en su totalidad este manga, catalogado por Tezuka como “la obra de su vida”, tras haberlo hilvanando poco a poco durante más de dos décadas en una ambiciosa trama que explora temas tan complejos como la reencarnación y la búsqueda de la inmortalidad.
Dividido en 12 volúmenes, cada uno de los cuales se ambienta en una época distinta de la historia humana y narra una trama diferente, Fénix o El Pájaro de Fuego —dependiendo de la traducción— constituyen el culmen del llamado Sistema Estelar tezukiano, al desfilar por su historia diversos personajes de otras obras suya (Atom, Black Jack, Shunsaku Ban, el profesor Ochanomizu…) que atraviesan por duras pruebas en sus respectivas vidas y eras.
La única conexión entre todos, como su título recoge, es el fénix, una ave mística cuya sangre puede otorgarle la inmortalidad a todo aquel que logre beberla, según se aprecia en el filme animado Hi no Tori 2772.
La obra, lamentablemente, quedó inacabada, pues la muerte sorprendió a Tezuka el 9 de febrero de 1989, debido a un cáncer de estómago. Nada hasta ese momento había impedido que siguiera produciendo manga a un ritmo frenético: ni la censura, ni las demandas de varios editores ni los cambios en las tendencias de dibujo. A tal punto que sus últimas palabras se las dirigió a una enfermera que quiso retirarle sus herramientas de trabajo poco antes de fallecer: “¡Déjeme trabajar, se lo suplico!”.
Poco importó que después la propuesta para concederle el Nobel de Literatura no encontrara el respaldo suficiente. A lo largo de su larga carrera, Tezuka se había convertido en una fuerza definitoria para popularizar el manga y el anime como medios de entretenimiento, al dibujar más de 150 000 páginas y producir 60 títulos animados. Méritos de sobra suficientes para erigirse en un icono de su país y lograr la inmortalidad que auguraba en Fénix.
Como expresó él mismo, ahora vivimos en la era en que los mangas, al igual que el aire, llegan a casi todas partes. Y dijo más: “El manga es un idioma internacional, que puede traspasar fronteras y generaciones. El manga es un puente entre todas las culturas”.
Amén.