La empresa xAI, creada por Elon Musk para competir con gigantes como OpenAI y Google, atravesó una semana turbulenta marcada por decisiones polémicas y fallos técnicos. El objetivo de Musk era aprovechar una oportunidad en el lucrativo mercado de la inteligencia artificial, pero su estrategia se ha visto empañada por conflictos internos y errores públicos.
Hace unos días, se reveló que Grok 1.0, el modelo de IA de xAI, trataba las publicaciones de Musk en X como fuentes de verdad absoluta. Este hecho generó críticas por la falta de neutralidad. Poco después, una actualización fallida llevó al sistema a difundir noticias falsas, teorías conspirativas y mensajes de odio durante casi 24 horas. La compañía tuvo que emitir disculpas públicas, mientras Musk recurría a SpaceX para inyectar fondos en xAI.
Ahora, una nueva controversia ha estallado. La empresa exigió a sus empleados instalar Hubstaff, un software de vigilancia, en sus equipos personales. Esta herramienta registra actividad, captura pantallas y monitoriza pulsaciones de teclas. La medida, con fecha límite del 11 de julio, provocó el rechazo inmediato de la plantilla. Tras la presión mediática, xAI flexibilizó la norma, permitiendo esperar a quienes solicitaran un ordenador corporativo. Sin embargo, no aclaró si los trabajadores que ya habían instalado el software podrían revertir la decisión.
Al menos un empleado renunció públicamente en Slack, denunciando la medida como «vigilancia disfrazada de productividad» y «manipulación de la cultura corporativa». xAI defiende que la monitorización se limita al horario laboral y busca optimizar el entrenamiento de su IA. No obstante, la falta de alternativas claras y el uso de dispositivos personales han generado desconfianza.
Expertos legales señalan que estas prácticas podrían violar leyes laborales, especialmente en California, donde xAI tiene su sede. Aunque otras empresas como Scale AI usan herramientas similares, lo hacen con fines de trazabilidad horaria, no de control exhaustivo.
La acumulación de problemas —desde el sesgo en las respuestas de Grok hasta la imposición de software espía— refleja una gestión errática. Mientras la industria avanza, xAI parece atrapada en una espiral de decisiones cuestionables, donde el verdadero problema no es la tecnología, sino quienes la dirigen.
